El Himno

El notable compositor de Música y distinguido Director de la Banda militar de la Academia de Infantería, Caballería e Intendencia, D. José Martín Gil, con esa simpatía y dinamismo acelerado que le caracteriza en todas sus manifestaciones artísticas, invita al modesto autor de este libro para que escriba la letra de un Himno al Alcázar, rebosante de patriotismo y de fe.

Procuro convencerle diciendo que hace años no visito el monte Helicón, que las Musas me han olvidado y que las cuerdas de mi vieja y desvencijada Lira están rotas.

No obstante estas sinceras manifestaciones, insiste cariñosamente Martín Gil, y accedo a sus deseos.

Es una calurosa tarde del mes de Agosto. Estoy sentado en uno de los bancos de mármol que hay en el Patio, y burla burlando, surgen unas sencillas estrofas de mi pobre intelecto, las cuales entrego al Compositor para que las lleve al pentagrama si las considera dignas de tal honor.

Al día siguiente quedo sorprendido, pues el Maestro ha hecho la parte musical.

Me dice que recibió la inspiración durante el servicio que desempeñaba, de dos a cuatro de la madrugada, en el puesto que tenía de vigilancia.

Cuarenta y ocho horas después un Orfeón, compuesto de militares y paisanos, canta con entusiasmo «EL SITIO DEL Alcázar TOLEDANO».

El lector juzgará este improvisado trabajo literario ~ musical, ejecutado al arrullo de «Esas bombas y granadas que nos tiran sin cesar.»

Según se recoge en el libro del Comandante Martínez Leal: “El asedio del Alcázar de Toledo. Memorias de un testigo”, cuarta edición, deposito legal TO.159-1962, de Editorial Católica Toledana S.A.

EL ALCAZAR NO SE RINDE 

Cantemos del Alcázar las glorias de la raza.

Cantemos con orgullo sus rasgos de valor,

a fin de que resurja grandiosa nuestra España

con plétora de vida y esplendida de honor.

Luchemos con denuedo

y llenos de vigor,

rompamos el asedio

con ímpetu y ardor.

¡Heroicos militares! ¡Intrépidos paisanos!

Templemos los aceros al rudo pelear.

Juremos no rendirnos, diciendo a los tiranos,

nosotros a la Patria tenemos que salvar.

Traidores y farsantes

que negáis la Religión y albergan vuestros pechos

el rencor y la pasión;

no olvidéis que en la contienda

se decide el porvenir,

y por eso lucharemos ya dispuestos a morir.

Esas bombas y granadas

que nos tiran sin cesar, nunca pueden abatirnos,

ni tampoco amedrentar.

La victoria está cerca

y precisa combatir,

demostrando a los rufianes

que podemos resistir.

¡Valerosos defensores del Alcázar!

¡¡VIVA ESPAÑA!!